50 AÑOS NO ES NADA

Así, cambiando un poco la letra del tango de Gardel, dediqué el pasado 25 de febrero de 2017 la felicitación de cumpleaños un compañero del trabajo que, como yo, celebraba este mismo día su 50 aniversario.

Para mí fue un gran día, pues muchas personas que me aprecian y sobre todo las que me quieren, se acordaron de este día. Muchos lo hicieron desde las redes, lo que me confirma, al menos para mí, que internet bien aplicado es un gran invento, lo cual aprovecho para darles las gracias.

50 años no es nada, malo, pues para mi significa que ya he tropezado y he aprendido a levantarme, que soy capaz de muchas cosas y que con empeño y sobre todo tiempo las puedo alcanzar, que uno debe sobre todo tener fe en uno mismo por mucho que la gente tóxica le trate de convencer de lo contrario.

No es nada pues aún me queda mucho por recorrer. Muchos lugares a donde viajar, gente a la que conocer, asumir nuevas decepciones, experimentar agradables sorpresas y también pensar historias.

Historias que hace justo una década decidí en contar. Mi propósito personal en ese cuarenta cumpleaños, abandonado a mi suerte desde entonces por mi empresas en una jaula de oro. Sentir ese despertar tomando un café, esa llamada de la escritura. Mi reflexión personal que forzó a encender esa llama apagada tantos años antes, por culpa de una profesora de lengua y literatura, y que paradójicamente ayudó a avivar otra colega de la misma asignatura, dos años atrás.  


"Su hijo tiene un don extraordinario para las letras" le dijo a mi madre aquella profesora, poco después de que yo cumpliera los catorce años.  Algo que, como digo a los dieciséis enterré casi para siempre, tras escuchar la crítica de la otra maestra sobre una redacción mía diciendo que "yo soy de esos que planchan un chiste".


Por eso y sobre todo por mi intención de estudiar ingeniería abandoné toda intención literaria, también esa novela por entregas que comencé a escribir con esa edad,  "bajo la sombra de un cactus", las aventuras de un personaje llamado Joseam en el desierto,  y de la que ya solo queda ese título y ese personaje en mi memoria. También, sin duda, la grata sensación cuando escribía esos breves capítulos, a rotulador azul grueso sobre papel a cuadros, hojas más propias para las matrices y las ecuaciones de segundo grado, hojas que rellené así a cientos desde entonces.


No era un candidato al Nadal, ni falta que me hace, pero aquella novela se esfumó junto con toda esa posible senda que hubiera tomado mi vida. Yo, y también mis padres, tenían otra idea. Aunque sea un mal ingeniero ganaré más que un buen periodista, y mucho menos que un escritor.


Pero no se trataba de eso, cuando tras apurar mi taza de café solo, y quedando ya dentro de la taza  un escaso poso, de negro sobre blanco, pensé en esos cuarenta cumplidos, en lo que me quedaba por emprender, y surgió esa pregunta: ¿Por qué no?


Diez años mas tarde, he escrito algunos relatos, una novela no publicada, he asistido a dos cursos de escritura de la mano de dos grandes maestros, Lorenzo Silva y Juan Madrid, y muchos proyectos por emprender, que la falta de documentación y de tiempo me impiden abordar. He aprendido mucho, sobre todo que escribir es un oficio, que uno si no es leído no puede autodenominarse escritor, que hay que vivir mucho y leer mucho y sobre todo que exige mucho tiempo y dedicación. He descubierto el mundo del periodismo científico, de la mano del catedrático y ahora migo Carlos Elías, y he publicado merced a mi doctorado varios artículos académicos.  También, a mitad del camino, descubrí un nuevo medio, con el que estoy escribiendo en este momento, el blog, que a algunos incluso les sirve como medio de sustento. El blog es, para mi, un gran medio de expresión escrita. Internet otra vez, ese gran invento, esta vez, a poder cumplir mi sueño de escribir.


Junto con la de escribir, ahora vivo un experiencia para mí enormemente enriquecedora, la de ser padre, nada fácil pero con una indudable recompensa personal, algo impagable, como lo que aprendo todos los días de mi hija Carmencita, como ese abrazo con el que todos los días se despide. 50 años no son nada, lo mejor, aún está por venir.

Comentarios

  1. Te felicito también por aquí, Alfonso. :-) Desde la última vez que nos vimos me ha dado tiempo a ser padre. La niña cumple tres años en agosto y toca buscarle colegio para el curso que viene. Poco a poco estoy recuperando algo de tiempo y ganas de leer. ;-)

    Saludos.

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  2. Gracias otra vez, Juanfran. Ser padre es toda una aventura, que no cesa a medida que pasa el tiempo. Yo ahora estoy viviendo algo para mi apasionante: el proceso de aprendizaje a leer y a escribir, algo para nosotros trivial, pero un paso enorme para un niño. Enhorabuena por tu niña.

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  3. Feliz paso del Ecuador. Y que sigas escribiendo, aunque sea en el desierto. No es mala idea, la de ese Joseam.

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