Los corderos cansados


Sigo reflexionando acerca de las tesis de Arturo Pérez-Reverte, esta vez, fijándome en esa clasificación de los hombres en lobos y corderos, en depredadores y piezas. En ese ying y yang de cazadores y cazados, en el que él confiesa su simpatía hacia los atacantes, por su condición de supervivientes, entiendo, a pesar de su falta de principios. De ésta conclusión, tras veinte años de presencias horror y barbarie por el mundo, de que así se rige únicamente, realmente siguiendo la ley natural más básica, la de que sólo los más fuertes sobrevivirán. Y obedeciendo a ese desprecio por quienes no saben o no pueden defenderse, los cobardes, el autor de Alatriste se une al bando de los que tienen las manos manchadas de sangre, pero han entendido las reglas.

No hay mucho que rebatir frente a sus vivencias personales, nada más que este principio, como el de que hay que entender las reglas de este mundo, son parte de la caracterización de los héroes cansados, esa denominación que alguien hizo que de los personajes de Perez-Reverte. Para responder a esto yo solo puedo aportar mis libros leídos, lo que sé por las noticias, escasos viajes, mi relación con pocos pero buenos amigos y muchas derrotas personales. No es ni de lejos comparable a ver las cosas de primera mano, aunque eso tampoco me deja fuera de juego para, con mis escasas cartas, echarme un órdago y aportar mi punto de vista.

Yo me apunto al bando de los débiles, de los derrotados, de los que saben lar reglas y solo les queda esperar que el final sea rápido e indoloro. Los personajes lobos fascinan porque sobreviven, saben moverse en este mundo cruel y ganan, se comen a los débiles, a los corderos, que son cobardes, los lobos se los devoran, ellos que son valientes.

Fascinan a muchos como digo. Pero a mí, como autor, aunque sea amateur, me atrae más el personaje que evoluciona, esa regla literaria que aprendí hace tiempo. Lo que le da fuerza a un personaje en una novela. Y por eso me atraen más los corderos cansados, que un día deciden no serlo, a pesar de las consecuencias, porque ellos son débiles y su valentía tiene un precio. Los lobos son valientes porque son más fuertes. Eso es fácil. Pero a mí me impresiona más ese que se sabe que tiene las de perder, que no exhibe caninos ni garras, pero que se detiene de la fila camino hacia el matadero, se da la vuelta, y planta cara. Que sabe cuál su final, el mismo seguramente que sus compañeros. O quizás no, antes de exhalar su último aliento, con la garganta segada por el lobo que le ha atacado, pero sintiendo que en esos escasos segundos ha obedecido a ese puntito del yang que está dentro de su ying y se ha sentido valiente.



Comentarios

  1. Sin duda, este mundo es así: despiadado y brutal; y hermoso y fascinante a la vez. La agresividad forma parte de nuestra naturaleza y nos ayuda a sobrevivir, tanto individual como colectivamente. No debe despreciarse. Pero la gran aportación del Ser Humano ha sido la Civilización, un entorno en el que un hombre puede, mediante la colaboración con sus semejantes, sobrevivir sin tener que ser ni depredador ni víctima. Quizá eso es lo que olvida el Sr. Reverte en su admiración hacia los canallas. Desgraciadamente, y en ese punto tiene razón, los canallas juegan con ventaja y, en ocasiones, no dejan otra salida a los corderos que luchar. Y entonces, como le sucedió a Hitler, aprenden una dolorosa lección: que si empujas a los hombres pacíficos hasta el límite, si no les dejas otra opción, sabrán defenderse con mucho más valor que los violentos. No es cobardía, es sensatez. Quien no lo entienda, vea un imprescindible en la materia: «El salario del miedo».

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  2. Magnifica pelicula del autor de "Las diabólicas". Pues si, es un buen ejemplo.

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  3. Un ensayo, que todo el mundo debería leer al menos una vez en su vida, sobre la violencia –individual y colectiva– es «El malestar en la cultura», de Sigmund Freud. Pocas personas han ahondado con tanta perspicacia en el tema. Lo recomiendo. Un tema oportuno, por cierto Alfonso, dado lo que se nos va echando encima de modo cada vez más amenazante.

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