Un año y medio de trabajo. Alrededor de diez horas al dia. Eso
es lo que Arturo-Perez-Reverte confiesa que empleo en la redacción de su última
novela, Falcó.
Los novelistas aficionados desgraciadamente no tenemos ese
tiempo. Nos queda arañar el poco espacio de robarle horas al sueño y también la generosidad de tu familia que te
permite cumplir ese sueño de la escritura.
Escribir, me dijo Juan Madrid en un seminario al que asistí,
es un oficio. Un oficio que como el resto requiere técnica, y sobre todo, practicar. Hay
que escribir sin prisa pero sin pausa, dejando que, como cito una vez
Perez-Reverte, la inspiración nos pille trabajando.
Escribir sin pausa, sin prisa. Este mes hay una excepción al
segundo consejo. El Nanowrimo o escribir una novela de al menos cincuenta mil
palabras. Ahí es nada. Una novela corta, en realidad, pero una novela al menos.
Se trata de un desafío para los que nunca han escrito, un sueño para los que
quieren escribir una novela, un deseo para los que sienten esto último como una
pasión.
Siempre que llega el mes de noviembre me gusta escribir en este
blog sobre el Nanowrimo. Defendiendo este certamen y animando a todos mis
lectores a que se lancen a vivir esta experiencia.
En 2013 publiqué una entrada “Nanowrimo o laexperiencia del novelista” en la que hablo de la experiencia del nanowrimo como un camino que se recorre a
través de las etapas de la escritura de una novela. En este, he encontrado en
las redes sociales (Facebook) un nuevo grupo, nanowrimo-portal del escritor, en el que piden a los que ya hemos participado que compartamos esta experiencia.
En este mismo grupo, una semana después de iniciarse el
certamen, he leído muchos comentarios, al principio presentándose en el grupo
como primerizos en esta experiencia, otros mostrando ya sus resultados en número
de palabras alcanzadas, otros hablando ya de los primeros bloqueos, y quien
incluso opina que esto del Nanowrimo, para él ,batir un record de escribir
50.000 palabras en un mes, es absurdo.
Pues bien, para rebatir este último comentario, totalmente
respetable, y sobre todo para animar a mis compañeros Nanonovelistas, os voy a
relatar mi experiencia, y lo que significa para mí este certamen, que ni tiene
que ver con batir un récord, ni con la intención de tener una novela en un mes,
sino algo mucho más importante.
Conoci Nanowrimo a través del curso de escritura creativa de
Alex-Hernandez puertas, que os recomiendo vivamente. Fue sobre el año 2010, y
en ese verano me apunté aun seminario de novela que impartía Juan Madrid.
Gracias a ese seminario gane muy buenos amigos y sobre todo a perderle el miedo
a escribir una novela. A la página en blanco.
En el mes de octubre de 2010 decidí participar en Nanowrimo sabía
cómo enfrentarme al reto. Junto con lo que había aprendido de Juan Madrid conocía
la experiencia de otros novelistas y de como escribían sus novelas. Uno de
ellos es Jerónimo Tristante, el autor de Victor Ros. Éste contó en una charla a la que asistí que escribía la
novela sin parar durante los meses de vacaciones, y que antes se había preparado
documentándose, pensando en los personajes, creando la trama. Pero cuando
tocaba escribir, lo hacía sin parar, sin ir hacia atrás.
Eso hice en ese corto espacio de tiempo de trenta diasn
antes del noviembre. Tenia una historia en mente, tres personajes y luego un
hijo conductor, para dar pie a una sinopsis de tres páginas. Luego separar esa
historia en veinte capítulos y una vez hecho esto “reposar”, pensar esa novela,
vivir las historias en tu cabeza como si fueran experiencias propias, para al
final escribir como si fueran unas memorias. Con eso le damos dimensión a la
historia, aportando tus propias emociones, sentimientos a la novela.
Y escribir sin parar. Yo, como soy ingeniero y cuadriculado,
hice un ensayo antes de comenzar. Logré escribir en una hora unas 2.500
palabras. Eso más o menos son diez páginas de un libro. En la realidad, cuando
ya me enfrenté a la novela, fueron reamente entre 1.300 a 1.800, lo suficiente
para alcanzar el reto.
Mi grata sorpresa fue que al final no solo terminé la
historia sino que escribí 65.000 palabras. Los capítulos finales fueron más
precipitados y torpes, pero no pensé en ello sin en continuar. Y lo logré.
Volqué al fin el texto en la página de Nanowrimo y llegó el premio. Ganador.
Unas insignias “virtuales”, un vídeo felicitándome y 50% de descuento para comprar una licencia de Scrivener.
Aquello no significa mucho para un profesional, pero para un
novelista aficionado fue mucho. Lo logré. Tenía la novela, que guardo en un cajón.
No es una gran historia, me da pudor dejarla a otros que la lean, pero para mí
es mi logro. Eso es lo importante y que tenéis que pensar cuando os flaqueen las
fuerzas, que os flauquearán. Pensar en que podeis hacerlo, solo en eso, y lo
lograreis.
Aunque lo más
importante de todo, fueron las enseñanzas ganadas al vivir esta experiencia de la escritura del
Nanowrimo. La primera, haber aprendido una parte de ese oficio de escritor:
saber separar las fases de redacción de una novela: idea, documentación, crear
los personajes, planificación de la trama, redacción y revisión. El Nanowrimo
es la fase de la redacción. La segunda, muy importante, saber romper el bloqueo. Hay
un tiempo para preparar la novela y otro para escribirla. Sin mirar atrás. Sin
pensar si hemos escrito mal o bien. Escribir sin pausa. Un mes, un año. En
busca de tu recompensa personal: aprender
un paso en el oficio de novelista.
Animo, Nanonovelistas.
En fin, Enhorabuena.
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