EL ASESINATO DE LA FICCIÓN

Soy un rebelde sin causa. Lo reconozco. Me gusta nadar contra corriente, hacer ruido y desmarcarme de las tendencias. Será que me opongo a lo que hace el resto, o bien es un espiritu natural de oponerse a lo que todos admiran o leen. Es una manía o una actitud.


Por ese motivo me he abstenido de leer varias novelas de éxito. Declaro sin pudor no haber leído la trilogía Millenium, ni ninguna de las novelas de Mankell. de Dan Brown solo una, y La Catedral del Mar lo dicho, tampoco me he animado.

Declaro igualmente y sin temor alguno, ser admirador de Agatha Christie, la llamada Dama del Crimen, quien casi cuarenta años despues de muerta, sigue vendiendo millones de ejemplares en todo el mundo.

Sé que esta declaración me va a costar cara. Que alguno se va a llevar las manos a la cabeza o se va a desternillar de risa. Pero hay que arriesgarse.

Y todo esto viene en relación a un acontecimiento cultural de relevancia. La semana pasada se celebró el festival de novela negra y policial Getafe Negro, del que no voy a amplicar gran cosa pues ha cobertura suficiente.

Getafe Negro no está solo. Al festival de Getafe se le unen Salamanca Negra, Barcelona Negra, Semana Negra de Gijón (la decana) y no sé pero no tardará el del Africa Negra.

Y es que el género negro, o más propiamente el policial ha dejado de ser un género menor y se encuentra en su edad de oro. Goza de una salud excelente. Es, junto con el histórico, el género literario de más éxito. Lo corrobora el gran número de autores que firman títulos de este género. Abogados, jueces, policias y periodistas se unen a la enorme lista de autores. Son cien mil los hijos de Chandler y de Hammett.

Y ahora que Getafe Negro ha terminado, se me antoja plantear una historia criminal, que seguro no llamará la atención de ningún editor ni de cualquier jurado, pero espero que sí de los que acudan a esta página.

Antes de nada advierto que puede herir la sensibilidad de algunos lectores. Si se sienten molestos, mis disculpas.

También declaro antes de empezar. Mi respeto a los seguidores del género negro. Yo incluso me he animado a escribir alguna historia criminal, aunque se aleja de los postulados que defienden los autores del género, de servir de función de denuncia social y otros elevados fines. Yo opino lo mismo que Fred Vargas, invitada a esta edición de Getafe Negro: “La ficción no es el medio para lanzar mensajes políticos” y “Lo que tiene que hacer la novela policíaca es entretener.”

La chispa que ha encendido mi rebeldía es el desprecio de algunos autores de novela negra hacia los que no les siguen. Me refiero a la idea tan limitada y miope de las novelas de Agatha Christie. Ignoro esta actitud tan intolerante, que solo ve en sus obras “un juego de saloncito de té”, meros acertijos, o que les aburren sus historias. ¿Les aburren? Sin Comentarios.

Bueno. Ahí va.

“EL ASESINATO DE LA FICCIÓN”

Costó encontrarla. Pero ahí estaba. Entre el montón de datos reales, de documentación bien elaborada, de crudeza y realismo. De bibliografia anexa al final del libro. Los agentes la encontraron Moribunda y maniatada. Fue una llamada de un escritor en el certamen Getafe Negro quien les alertó. Denunció la falta de calidad de muchas de las novelas actuales. Y tras aquel aviso, los agentes no dudaron en iniciar las pesquisas. Y así hallaron el cuerpo. La imaginación para contar historias que nos hagan gozar. Que nos evaden del mundo. Le habían asestado un golpe mortal. Y estaba tendida. Inerte.

En el lugar (que no escenario) del crimen, os imaginais de que lugar se trata, se encontraban la sobreinformación, el rigor de los datos y el realismo. Se vio cerca del lugar la denuncia social, que al ver el alboroto se dio a la fuga.

Algunos de los autores interrogados, generalmente periodistas, jueces, abogados, policías, declararon que han encontrado en la novela un medio de contar las realidades que nos deben interesar. De mostrar la crisis actual, de la realidad de los países donde ésta más se siente.

Cuando la ficción fue trasladada al hospital, Los forenses diagnisticaron una muerte clínica, que finalmente y tras reanimarla con algún personaje de novela de aventuras y de fantasía, evolucionó en una recuperación lenta. Más adelante pudo cobrar la consciencia y declaró que ya no recordaba nada. Que desconocía quien era y a qué se dedicaba.

La ficción, cuando encontró fuerzas para hablar, declaró a la policía que fue sometida por los sospechosos a servirles de medio para llevar a cabo sus buenos propósitos, alejados de entrenener, evadirse a los lectores y soñar.

Los sospechosos, durante el juicio, declararon que no tenían culpa de los hechos denunciados por los agentes del orden. Que fueron empujados por los lectores, deseosos de historias auténticas, crudas y con datos fehacientes. Que no podían consentir que en un relato de un crimen alguien disparara con un revólver de ocho balas. Que eso no existía. Todos los sospechosos, sin excepción, señalaron a la sobreinformación como el cerebro del crimen. Pero a ésta no se la pudo procesar. Era un asunto demasiado delicado. Finalmente, el jurado popular no encontró pruebas de culpabilidad y declaró inocentes a los acusados.

La ficción, ya algo más recuperada, salió de las dependencias sanitarias, sola y desamparada.

The end.

Comentarios

  1. Yo creo que hay indicios para reabrir el caso, con los cargos de violación colectiva de la pobre flaca. Sólo que será el juicio de la Historia el que se encargue de condenar al olvido a los culpables.

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