YO TENGO UNA CHAPITA DEL MET

Se acabó. O casi. Aún me queda un repecho para culminar esta primera parte de mi nueva aventura, el posgrado, el máster en Ingeniería del Diseño (a mí me gusta  más de decir maestría) que empecé este pasado octubre, una aventura que no tiene más emoción que la de aprobar (no es poco) y no sé si achaco a mis inquietudes profesionales o a que no sé estarme quieto. La experiencia es lo que vale. Dicen, pero no del todo. Saber no ocupa lugar. Desde luego, aunque el acapararlo, si.  Tanto este  primer argumento en contra como el a favor no me influyeron én mi decisión de gastar y robar horas al sueño y a mi familia para logar esta meta del máster. Aun queda como digo un largo trecho. Otro año más. Menos asignaturas pero no poco sencillas. Ya acumulamos un buen trecho en el camino que nos van a servir, y por eso espero a llevar esto a buen puerto. Y cuando termine, probablemente y como me conozco, a emprender algo nuevo.

Todo esto del fin del curso y de quemar etapas me lleva a una idea que llevo mascullando hace tiempo, consecuencia de los años que tengo: Que todo se acaba. Lo bueno y también lo malo. Y que  esto, es algo que  debemos asumir. Aferrarse al pasado es una acción inutil, y que solo trae malas consecuencias. Pensar en las cosas y en las personas que ya no están no es sin embargo algo poco recomendable, sino todo lo contrario.Yo lo hago, me gusta y me reconforta pensar en ello. Todo eso forma parte de nosotros, pero ya no es el presente.   Cuando somos jóvenes creemos que hay cosas que son para siempre, pero el tiempo nos acaba enmendando nuestro error. Sin embargo, lo que realmente importa, no es que las cosas se acaben, sino las consecuencias de ese final.  Un buen final da pie al comienzo de algo  nuevo, una nueva etapa, un nuevo camino, una nueva oportunidad.

Y hablando de finales, aunque no demasiado trascendente, quiero contar algo que sucedió el pasado domingo que no deja de ser curioso. Y es que se acabaron las chapitas del MET. Si, es cierto. Todo el que vaya a partir de ahora al museo Metropolitan de Nueva York, será identificado con una prosaica pegatina, de esas que fastidian el cuero y joroban los jerseys, pero mucho más prácticas y económicas. Esa ha sido la razón. tres centavos por chapita es un coste no asumible por los gerentes del museo. Lo que ha provocado el fin de una era. Podeis leer aqui y aqui lo sucedido. Realmente y a mi modo de ver no es algo que tenga mucha trascendecia, que sea de chapa o de papel poco importa. Sin embargo, supongo que a lo que todos les llama la atención es precisamente constatar que algo se acaba. Un objeto que todos creían que se había institucionalizado, que formaba parte de la cultura popular Neoyorquina. Era casi un icono de la ciudad, y ahora se ha convertido en un recuerdo del pasado. Pero no importa, habrá que verlo de otro modo. Las consecuencias de es fin es que se han convertido en un objeto de coleccionista. y, para más de uno, un buen negocio.

Me ha dado por mencionar algo como esto por lo que a mí me toca. Nada más leer la noticia en la prensa de ayer, abrí el cajón del escritorio y me encontré con una chapita del MET. Tenía una, de cuando Piluka y yo viajamos a Nueva York en 2007.  Por aquellas fechas las cosas eran muy distintas a ahora. La pestaña de la chapita aún estaba plegada, demostarndo que había servido para su función. Solamente me había cuidado de no tirarla, como entiendo que mucha gente habría hecho al salir del museo. Supongo que el ver aquel pequeño y diminuto objeto de la atención de los medios en mi cajó me obligó a hacer algo. Así que lo tomé, y con un alicate cuidadosamente volvi a colocar la pestaña en su posición original, como veis en la foto. Dicen que el color de la chapa depende del día en que se visita el museo La mía es amarilla. Color que dicen, según he aprendido en el máster, sugiere la alegría.

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