HEMOS VUELTO



Aquí estamos de vuelta, que no hemos abandonado, sino darnos un tiempo, ni siquiera un descanso.

Más bien todo lo contrario.

Desde octubre han sido muchas noches de poco dormir, emplear los trayectos del metro en leer libros (de texto), de exprimirse la mente y sacar todo lo que tiene un servidor de creativo, de redactar trabajos, de buscar información de donde se pueda, invadir bibliotecas, y, cómo no, prerarar examenes.

He vuelto a la universidad. A una escuela de Ingenieros. Estudiar, examinarse, esperar y sufrir. No se trata de ninguna novedad. Todo ha sido también un regreso, y como se trata de un acto voluntario, no hay de qué quejarse. De cómo sigue funcionando de mal, eso sí, pero parafraseando a Michael Ende, esa es otra historia y debe contarse en otra ocasión.

Se trata de volver para cambiar las cosas, mejorar, y la manera de hacerlo era ésta. No se me ocurre otra mejor.  Hace tiempo que me dí cuenta de que todo se acaba y más pronto de lo que deseamos, y el único remedio en iniciar algo nuevo. Y así es como me enredé en regresar a mi condición de estudiante, sumada ahora a la de empleado por cuenta ajena y padre de familia.

No es aquella debacle de finales de los  ochenta, que provocó aquella estirpe de sufridores que yo puse el nombre se "aeronáuticos anónimos". Tampoco es un paseo ahora. Contra las dificultades de las materias de antes, lo que me toca en este momento es buscarlas. No hay apuntes, porque no hay clases. En algunos casos, ni siquiera libros, y me toca navegar por internet, eso sí que es nuevo, un gran aliado.

Más que un estudiante, me siento como un detective. Quizás sea el quid de todo este sistema de educación "a distancia", aunque más bien, a mí me parece que somos autodidactas dirigidos. Podría mejorarse, pero no creo que esto suceda. Me importa poco. Ya sabía dónde me metía. Lo que busco, ellos también lo saben.

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