HARRY PALMER: EL "ANTI BOND"

Felicidades. O debería decir, "happy 50 years, Bond". No importa, pues como se trata de un personaje de la cultura popular mundial, así que me vale hacerlo en mi español con acento de Madrid.

Bodas de oro para Bond. Son cincuenta años en la gran pantalla, y sesenta en la literatura. Y el agente al servicio de su majestad lo celebra de la mejor forma posible. Con el estreno (dicen) de la mejor película de la serie, de la que no pienso hacer más publicidad que este comentario anterior.

Ahora que estamos viendo de nuevo al renovado (y el mejor, según la mayoría) James Bond en la gran pantalla, enfrentándose a un malo muy malo (nuestro camaleónico Bardem), haciendo piruetas sin despeinarse y seduciendo mueres fatales, me vuelve a la memoria un espía, también britanico, procedente también de las novelas, y que fue curiosamente llevado al cine por el mismo productor que su más agraciado compañero. Reclamo la atención de un tipo algo peculiar, llamado Harry Palmer.

El comandante Bond nació de la imaginación de un oficial de marina conocido por todos y que se llamaba Ian Fleming. Junto con él, Albert Broccolli se animó a trasladar de las novelas a la gran pantalla. Dicen los entendidos del cine que el éxito del personaje radica curiosamente en el contraste entre el aristocratico Fleming y el amgo más mundano Broccolli. Bond es un truhán con porte de señor, un superhéroe que no encuentra obstáculos en las barreras de alambre de espino ni en las puertas de las alcobas.

El sargento Palmer es un personaje más cotidiano. Pasa las horas haciendo turnos de vigilancia en una buhardilla, y sus problemas no radican en si le han batido el combinado, sino que ha olvidado rellenar un formulario para renovar su arma reglamentaria. Como Bond se enfrenta a unos superiores rara vez comprensibles, pero Palmer lo hace desde una perpectiva realista, vestido de calle.

Bond es un personaje que no solo cambia de aspecto sino que por el no pasa el tiempo. Medio siglo no ha hecho mella en sus cualidades, si no (insisto) las ha mejorado. Palmer, por el contrario, nunca cambia de aspecto, el que le presta el genial actor Michael Caine, cuya propia vejez también marca el paso de los años del inefable Harry Palmer.

Y volviendo a las mezclas hechas entre un mundano Broccoli y un gentil Fleimng, A mí se me antoja esa receta con la que se hizo  a Palmer. Me da la pista una pregunta, acerca de cómo hubieran escrito una novla de espionaje Dashiell Hammett o Raymond Chandler. Creo que Palmer es como una mezcla de George Smiley y de Phillip Marlowe.

Así es. Si alguien puede pensar en un segundo oficio para el detective más quijotesco de la novela policial, éste sería sin duda el mismo que Harry Palmer.

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