PLANETA SILVA

Tenía varios temas para publicar en esta semana.  sin embargo, ayer sucedió algo importante, que merece la pena mencionar antes de todas ellas.

Me he enterado por la prensa (digital) que el premio Planeta, el segundo con mayor dotación económica después del Nóbel, recaía en mi paisano Lorenzo Silva. No era una sorpresa, pues antes de fallarse el premio por el jurado, de entre los diez finalistas que resultaron de cientos de autores que se presentaron, Silva se decantaba como el favorito. 

Silva agradeció el premio y, en un gesto que le honra, también habló en catalán. Aquella noche, en la misma mesa donde se sentaba el mesiánico Artur Mas, El ministro Wert pudo escuchar a un madrileño catalanizado. Tenemos en tierras catalanas al mejor embajador, que con mucho más acierto que el ministro busca juntar dos culturas unidas por un meridiano, con esa novela que ayer mismo fue premiado.

Los pronósticos acertaron de pleno, al igual que la finalista, Mara Torres, periodista y presentadora del telediario, otra reportera metida a escritora, justo al revés que Lorenzo, escritor que tambíen hace su labor de periodista, cosa que ELMUNDO ha resaltado, destacando en sus páginas al autor getafeño como su colaborador habitual.

Y es que este hecho, del periodista que escribe, el escritor que reportea, que como digo no es un hecho aislado, es sobre todo una característica de los autores modernos. Y aunque no me entusiasme este hecho, admito que el periodismo está muy ligado con la literatura moderna, ávida de contar historias verosímiles, si no reales. Y esto último es de lo que los escritores de novela negra o policial defienden, sobre todo de quien hoy estoy hablando. Lorenzo Silva es un abanderado del género en nuestro país, ya cuando solo sonaban los ecos de Montalbán, y de quien afirman que desde Barcelona Lorenzo ha tomado el testigo. Silva entiende la novela policial como un medio de mostrar la realidad social, de una forma de contar algo que de otro modo no sería posible, y así entonces la literatura sirve como ayuda a los desvalidos, a los que no tienen voz y también a quienes sufren de cierta incomprensión.

Y en este último grupo se encuentra la Guardia Civil, cuerpo cuya imagen pública Lorenzo Silva ha ayudado a mejorar, a través de las historias de una pareja, algo atípica, pero muy cercana a los problemas e inquietudes de todos nosotros. El brigada Rubén Bevilaqua, y la sargento Virginia Chamorro (que no Violeta, esto lo he leído en la prensa) luchan para esclarecer la verdad, contra los  molinos de viento que son un sistema judicial arcaico y unos medios escasos, y mientras recorren esa senda llegan al fin dejándonos, tras la última página, un regusto Chandleriano y la cabeza repleta de reflexiones.

El mundo literario de Lorenzo Silva es no obstante más completo que el género policial. Comprende otras muchas novelas, entre las que se encuentra "El ángel oculto", la "trilogía de Getafe", "La flaqueza del Bolchevique" (finalista del Nadal) y mi favorita: "La sustancia Interior", una fábula atemporal en la que reflexiona sobre lo inevitable de eludir nuestro destino. Si no la habéis leído, corred a la librería.

Sobre esta última novela pude hablar, en la Feria del Libro de hace tres años. Me dedicó un ejemplar de "La sustanca Interior", ya la había leído pero quise guardar el libro firmado por él. Aproveché para hablar un rato más, lo que me dejaban los pacientes lectores tras de mí en la cola, y su propia prudencia.

Ese mismo septiembre, tuve otra ocasión de charlar de nuevo con él. La Escuela de Escritores organizó un minicurso sobre relato policial impartido por él. Yo estaba en Benicassim en aquellas fechas, pero me animé a adelantar mi regreso a Madrid. (Allí también estaba como alumno el escritor Paco Gómez Escribano, a quien conocí y mantengo una buena amistad, aunque sea "en el facebook"). Estaba ilusionado con la idea de aprender de primera mano de uno de los mejores escritores del momento, con quien además, por compartir la misma generación, me identificaba en mucho de lo que él refleja en sus escritos. Reconozco que esa ilusión se transformó lamentablemente en entusiasmo ansioso, provocando algunos encontronazos que ahora lamento, Al final la impresión, para mí, y para él seguramente no fue satisfactoria. No obstante, pasado el tiempo, me queda lo que allí aprendí, que no fue poco, y ese consejo que me dio nada más presentarme en el curso, sobre documentarse muy bien antes de acometer una novela. Algo que en ese momento deseché y que ahora, tras tres novelas empezadas y una  terminada, he constatado como la mejor enseñanza para un escritor. Contar de lo que se sabe o de lo que se conoce. Eso es lo que hay que hacer antes de ponerse a la tecla.

Tengo más que aprender del maestro Lorenzo, de quien como cuento es uno de mis mentores en este duro arte de la literatura. A escribir se aprende escribiendo, pero también con la lecturas de buenos autores. Leer sus libros es un buen aprendizaje para todo aquel que sueñe con escribir su propia novela. Tanto o casi como ir a un taller. Todo su mundo, su "planeta literario" es una buena escuela de escritura.

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