LA CÁPSULA DEL TIEMPO

Gracias a internet he comprobado que no soy el único. Además, no se trata únicamente de un juego de niños. Parece ser que Warhol solía preparar cápsulas del tiempo caseras para constatar el paso del tiempo. Meter algunas cosas de valor sentimental en un pequeño receptáculo y dejarlo en un sitio seguro al paso de los años, como la que descubre Amelìe, el detonante de su peripecia personal como hada madrina al estilo Montmatre, es algo que sin embargo es más típico de los más pequeños, que soñaban con abrirlas ellos mismos mucho tiempo después y mirarse a través de esos sencillos objetos, otra vez, con los ojos inocentes de los que aún no han perdido la ilusión. 

Yo también preparé una cápsula del tiempo. Fue en 1.979, el año de Superman, del estreno de la película. por esto proliferaban algo más de lo normal los cómics del hombre de acero, del que en España se llegó a llamar Diego Valor. En uno de aquellas historias, los personajes enterraban una cápsula del tiempo, "para abrir cincuenta años más tarde". Metían periódicos locales, objetos del momento, todo lo que deseaban que los hombres del futuro pudieran saber de ellos. Aquella idea me pareció genial, así que busqué una caja ni muy grande ni demasiado pequeña, guardé varios objetos personales que por desgracia ya no recuerdo, cerré finalmente la caja y la sellé con cinta de embalar,  antes de guardarla en un rincón apartado. No tardé mucho más en abrirla, pues no era difícil acceder a ella, y la tentación de recuperar aquellas cosas era más poderosa. Mi error fue no esconderla bien como Bretodeau. Como él mismo, tampoco se trataba de enterrarla, aunque eso sí podía hacerlo. Aquel espacio que yo reservé para que pasara el tiempo no era el adecuado. 

Aquella idea de una cápsula del tiempo ha regresado treinta y tres años más tarde, como uno de mis propósitos que hacemos al principio del año. Lo digo, ahora, repito, tras comprobar que no se trataba de una idea algo estrambótica de un niño de doce años, sino que es algo que hace la gente. Si alguien se anima, puede consultar aquí. Hasta se puede comprar una, por un módico precio, no digo donde que no quiero que me acusen de hacer publicidad. Además, realmente la cápsula del tiempo no es el el receptáculo sino su contenido.

Desconozco en qué momento a alguien se le ocurrió llevar a cabo esta "arqueología a la inversa". Supongo que fue tras desenterrar el pasado de otras civilizaciones y darse cuenta de lo poco que sabían de ellos. Por eso se guardan cosas con un cierto criterio, pretendiendo que quienes lleguen a acceder a estas conozcan a sus antecesores. No es mala idea, y como digo al principio, también sirve para uno mismo, como hacía Warhol, para ayudar a nuestra memoria y redescubrir como éramos nosotros varios años atrás.

A veces no es necesario emprender esta curiosa actividad, pues uno guarda varias cápsulas del tiempo de manera  inconsciente. No hablo de la típica caja de galletas con fotos antiguas, puesto que puede tratarse de algo menos peculiar incluso. Este año, en el que me he propuesto cerrarlo con una lista de cosas para mi cápsula del tiempo (prometo no abrirla hasta mucho después) He descubierto una. Cuando rebusqué entre tantos papeles, apuntes de la carrera y mi proyecto de la EUITA aún no me había dado cuenta de que estaba desenterrando una cápsula del tiempo. Lo hice cuando viví el efecto que causa, supongo, el desenterrarla. Releí mis propias notas, fotocopias pegadas, y uno de los dos volúmenes de mi proyecto de aerodinámica y mecánica del vuelo. También ese extraño trabajo que emprendí con la cátedra de aerodinámica de la escuela, que empezamos cinco y culmine yo solo en un programa de ordenador en el entonces popular lenguaje Basic y unos cuantos disquettes, ilegibles para un ordenador con ranuras USB.

La abrí de nuevo, veintiún años más tarde, y el razón no fue como el cincuentón Bretodeau, a quien Amelìe encuentra accidentalmente su pequeña cápsula del tiempo, sino la universidad. Bolonia, renovarse o morir, también como he comprobado, cambiarlo todo para que todo siga como está. Ahora un Ingeniero Técnico se llama graduado, eso es lo que pretenden otros, y por eso me preguntaron en qué demonios malgastaba mi dinero y mis horas de sueño. Cuando suelo responder, digo que por que hay que renovarse, porque 240 créditos son matemáticamente más que 180, y ganarlos, que también corrijo a quienes piensen lo contrario, ha supuesto horas de trabajo, tres meses de empeño y mucha ilusión. Y todo comenzó, como digo, abriendo aquella oculta cápsula del tiempo. Este escudo que muestro y el certificado donde está impreso, será una de los objetos que guardaré para esa otra cápsula, intencionada, que sellaré en el próximo mes de diciembre de 2012.

Comentarios

  1. ¡Y que pasen otros treinta y tres años cuando vuelvas a abrirla! ¡Y nosotros que lo veamos! Enhorabuena por tu título.

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  2. Gracias, Carlos. Lo celebraremos adecuadamente.

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