ASTURIAS (PARTE II)

 
Siempre he sentido fascinación por Asturias.  Me gusta ese paisaje montañoso, tapizado de verde, bajo árboles altos a la falda de la montaña que llegan a ocultar el horizonte.  También ese cielo plomizo, que da una luz algo tenue, como si fuera siempre otoño, algo triste, pero que a mí me inspira paz y sosiego.



Me agrada ese ambiente de contínuo atardecer, algo inglés, como le sugiere a Piluka.  A veces en los útimos días del año, paseo en Madrid por el parque, con el suelo repleto de hojas caducas, mojadas por la lluvia reciente, por el paseo flanqueado de árboles pelados, y miro hacia sus copas, y al fondo hay un cielo grisáceo, como el de la foto, y lejos de sentirme mal de algún modo me reconforta. No es como la azul alegría de la primavera, que llena el espíritu de ganas. Sin embargo, esos días grises de otoño no me hacen echar de menos los de mayo.  Supongo que todo tiene su momento.



A veces pienso cómo sería vivir en un lugar como éste. Un amigo y compañero lo hizo, no en Asturias pero muy cerca. Un día se hartó de madrugones y de atascos, dejó el trabajo y se marchó a una propiedad que compró, en un paraje que imagino que será como el de la foto. Ha regresado a Madrid, aunque ignoro si por hastío o porque sus agotados ahorros ya no pudieron financiar más su aventura romántica.  Estoy seguro que por poco tiempo, el suficiente para poder regresar a su refugio en medio del campo, su casa de piedra y teja con un hórreo también de piedra. Yo me imagino de otro modo, en un pequeño pueblecito, en una casa antigua y rehabilitada lo más fielmente posible, leyendo o escribiendo,  en un salón acristalado que deja ver estos paisajes. Quizás en un futuro lo haga, pero, de momento, me basta con soñarlo.

Comentarios

  1. No lo he puesto, pero el puente está cerca de la Playa de San Pedro, en Cudillero. Peazo Playa. Mejor sitio.

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