MÁS LIBROS, POR FAVOR




Como pudiera decir un seguidor de Luis Eduardo Aute, entre los que no me incluyo,  aunque sí comparto su devoción por el cine y por los libros.  Si alguien me pregunta cómo sé esto último, no puedo más que argumentar que no es más que por simple observación: he pasado más de una vez por su casa y tras fijarme  en lo que me permitía uno de sus ventanales pude admirar  cantidad de volúmenes reunidos en una enorme librería que abarcaba toda una pared. Cuando contemplé aquella imagen era un adolescente, o sea, un montón de sueños por cumplir.  Uno de los que se unieron de inmediato a mi larga lista de propósitos fue tener algún día tantos libros  como aquel cantautor que se había convertido en mi nuevo vecino.  Me fascinó aquella imagen de cientos de volúmenes, apilados algunos por no caber de otro modo. Casi treinta años más tarde, puedo presumir de haber cumplido ese sueño. Rodearme de libros. Guardar para éstos un sitio privilegiado de la casa.  El lujo, para mí, “casi asiático” de pasearme a lo largo de las baldas y elegir un volumen para mi próxima lectura.  Arroparse a última hora de la noche en el sofá y evadirse en aventuras en tierras lejanas,  en las grandes batallas que “cambiaron el curso de la historia” o también en la investigación de un asesinato.  Escuchar la voz de los autores de estas historias que de esta curiosa forma se vuelven inmortales.

Como bien se merecen, he dedicado un lugar especial para los libros en este blog.  La  sección de Nanohistorias,  que podíais apreciar bajo la cabecera del blog,  ha cambiado por una lista de libros recomendados.  Os invito a que la visitéis. Son títulos  que me han llamado especialmente la atención y que deseo que otros disfruten igualmente con su lectura. Irá creciendo poco a poco, a medida que un libro me llame especialmente la atención. Espero que os sirva.

Los libros atesoran lo mejor de nosotros.  No quería además  recurrir al gastado tópico de que son nuestros mejores amigos, pero a medida que me hago mayor esto me viene con más frecuencia.  Más que amistad, los libros despiertan en nosotros también nuestras cualidades.  Leer siempre es bueno, no hay peligro de volverse un Quijote, quien, por cierto, de haber existido en la realidad, de seguro no se hubiera aventurado a otra cosa, tras la lectura ingente de infinidad de novelas, que no fuera la de escribir una.

Escribir una novela. Valiente locura.  Mas  voto a bríos que tanto “Quijote” novelista hay por el mundo y yo mismo quisiera ser uno.  He dicho. Y no es por seguir una tendencia, ni mucho menos, Que me disculpe el señor Mendoza,  sino que escribo porque me lo pide el cuerpo. Ese era otro de esos sueños de adolescencia. Unos dicen que es un proceso natural del que lee tanto. Es posible que así sea, aunque la proporción de autores-lectores aún no justifica esta afirmación. Supongo que a uno le da por escribir como el que le apetece cantar zarzuela en el teatro del barrio, tocar el piano en su casa, o pintar un cuadro en el parque. Yo ni me atreví a la música. La pintura la abordé aunque de  otro modo. Y no se me dio mal, pero la cosa se terminó. Ahora que se me encendió la “bombillita literaria”, no pretendo mucho más que ser yo mismo y quizás, algún día en que perfeccione todo este oficio, a base de probar y tropezarme, transmitir en los textos las mismas emociones que me animaron a escribirlos.

Escribir un libro.  Cumplí ese sueño. Ahora me queda la extrema pedantería de que ocupe un lugar entre otros tantos de mi librería. Pero como eso no hace daño a nadie no me importa. Dicen los autores consagrados que custodian dentro de sus “cajones” varias novelas incipientes, obras escritas al principio de su andadura literaria. Yo he preferido que ocupe un lugar algo más aireado. Por eso, a lo mejor, pasa el tiempo y a alguien le da por leerlo. Y si le gusta, pues otro sueño más que se cumple. Pero no me quiero animar demasiado,  que esto es un exceso de optimismo.


Ahora toca seguir leyendo, y buscar entre los anaqueles de casa. También es el tiempo de pasearse por el Retiro. La feria. El acontecimiento que trae las últimas lluvias de la primavera.  El mejor medio para muchos de ver a algún famoso que ha tenido el talento o la influencia suficientes para publicar un libro.  Largas colas en espera de esa dedicatoria ilegible. Confieso que no soy muy amigo de hacerlo. Una dedicatoria es algo muy personal. y si es dirigido a alguien a quien no se conoce no puede serlo. Sin embargo, tengo que reconocer que los autores saben eludir este efecto. Pueden escribir perfectamente una dedicatoria a alguien a quien no han visto en su vida y dejarles conmovidos, como si se lo hubiera escrito a un amigo de toda la vida. Y lo voy a mostrar con dos historias: La primera vez fue Torrente Ballester, quien rubricó una dedicatoria a lápiz que bien vale por todo el libro. Le pedí que se lo dedicase a mi madre. El escritor, muy serio,  me preguntó mi nombre, y tras escribir en el libro, me lo devolvió, con esto escrito:

“Para María del Carmen, de parte de Alfonso, y de la mía también.”

La segunda ocasión sucedió en la feria de hace dos años. Se trataba de Lorenzo Silva.  Piluka me animó a que me comprase un libro suyo y que me lo dedicara. Mi elección, y lo que le dije al autor de éste, debió de extrañarle. Con la voz un tanto quebrada, pues soy un tímido enfermizo, le glosé su novela “La sustancia interior” y también le revelé que es mi favorita.   Y Lorenzo, muy amablemente,  escribió unas líneas que, aunque estaban destinadas a un tipo de maneras un tanto torpes, fueron más allá del “con afecto…” y demostraban que significaban algo más que un mero formalismo.  Desde aquí le doy las gracias por su dedicatoria,  que me reservo esta vez para mí , y también por sus libros.

Y ahora que son tiempos de cambio,  la era digital ya ha planteado un dilema en esto de la Feria del libro ¿Cómo dedicar uno electrónico? (ver http://lorenzo-silva.blogspot.com/2011/05/feria-del-libro.html.)  A mí se me antoja una sugerencia, y no es por una idea feliz, sino porque ya es algo probado. La cosa sería tan fácil como teclear la dedicatoria en un fichero con el libro y luego lanzar todo el documento, único, en el formato deseado (pdf, epub).  Lo que ignoro es si a los susodichos autores les va a animar hacer esto.  Tampoco si la era digital va a provocar la decadencia de la feria del libro, tal y como la entendemos ahora. Quién sabe. Pero toca evolucionar.

Ya es tiempo de pasear de nuevo por la feria. Ignoro si me voy a encontrar de nuevo con uno de mis autores favoritos. Lo único que me vino ayer a la cabeza fue, entre tanto y tanto libro, y contra el reproche de algunos que me justifican que para qué tantos libros acumulados en casa, que cuando uno ya los lee es mejor deshacerse de éstos, si cabe del mejor modo posible, o sea, prestándolos. Y a mí me viene la respuesta, en la forma de la canción de Aute, ese que acumulaba tantos libros en su casa. Más libros, contesté para mí, Más, por favor, y que no paren, que la vida son los libros. 

Comentarios

  1. Buen artículo. Te veo escribiendo una columna en un periódico.

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  2. Gracias. Se agradecen tus palabras de ánimo, Aunque aún me queda mucho.

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