EL AÑO DE CARMEN


Segundo domingo de junio. Fin de la Feria del Libro de Madrid, fin del campamento de Sol.  Unos se llevarán a casa el último ejemplar firmado por su autor favorito, o en todo caso un agradable paseo. Otros, cuatro semanas de gloria, mucho más que lo que nos corresponde, según Warhol, y espero que algo más que esperanza y muchas  palabras de aliento. 

Tarde del Lunes.  Las casetas del paseo del Retiro, ya vacías, se estarán desmontando para ser embaladas camino de ese almacén, que no sé dónde demonios estará ni falta que hace, donde aguardan su regreso  el  próximo año.  Hasta que eso suceda, en el paseo de coches circularán las bicicletas, los patinadores practicando su destreza esquivando pivotes de plástico, y los corredores de fondo que no falten en un parque que se precie. En el paseo solo queda el recuerdo de que durante tres semanas se convirtió en escaparate literario y por ello en una buena excusa para proveerse de material de lectura. 

Al mismo tiempo, las tiendas, los tenderetes y las pancartas del campamento de la Puerta del Sol se están replegando.  Pronto volverá a ser ocupada por los turistas, los transeúntes en busca de una ganga en las rebajas o simplemente por gente de paso.  Los que comenzaron esto del 15-M decidieron en una asamblea abandonar la plaza el pasado domingo.  Aún permanecen unos cuantos, que se aferran aún al sueño efímero, pero pronto todo volverá a ser como siempre.  Algunos han pedido que guarden los carteles como recuerdo de lo que allí han protagonizado.  Han dejado una construcción, hecha con madera de pallets.  Grande, para atraer la atención.  Este caballo de Troya no encierra una trampa, sino que nada más que la información, según sus creadores. En todo caso es un recuerdo, deja el rastro de quienes, como los mismos aqueos tras diez años de asedio, se baten en retirada solo para luchar de nuevo. Les deseo suerte. La van a necesitar. Esta vez los dioses no están de su lado.

Martes. Ya es catorce de junio. Es un gran día. El cumpleaños de mi hija Carmencita.  Un año ya. El año de Carmen.  Puede que suene algo repetido, pero ha pasado muy rápido.   No está muy lejos en mi memoria el momento en que la matrona irrumpió en la sala y  me la entregó.   Poco antes, a eso de las diez y veinte de la mañana, Carmen hizo su saludo de entrada en este mundo, alto y claro, como debe ser. Dijo en su idioma ¡Hola, aquí estoy! y ese sollozo potente cortó en seco tres cuartos de hora de va y viene de preguntas y de incertidumbres. La tenía al fin en brazos.  Todo había cambiado en nuestras vidas. Ese es otro tópico de la paternidad, pero no deja de ser cierto. 

Carmen ha conquistado a todos (o a casi todos) con su preciosa sonrisa. Hay quienes  se sorprenden con esa generosidad que mi hija regala a todos,  ser tan bondadosa con propios y extraños  es poco entendible a los ojos de los adultos, pero es lo maravilloso de los niños. Inocencia en estado puro. También esperanza. Los niños son felices. Aún pueden disfrutar de esa tregua que le otorga la vida, antes de enfrentarse mucho después a la realidad carroñera  de la supervivencia diaria.  

Quizás el secreto de la auténtica felicidad sea ese, volverse un niño, olvidar la experiencia y sustituirla con puros pensamientos. Pero eso es imposible. Tampoco lo deseo. Solo cuando flaqueo un tanto y  me siento agotado por luchar contra lo imposible pero lo ineludible, me tiento a buscar refugio en la infancia.  Tampoco es eso necesario,  pues los niños te acogen con su felicidad. Uno reposa de tanto sinsentido en su menuda compañía. Y en ésta se alegra al darse cuenta de las pocas cosas que merecen la pena realmente. 

Comentarios

  1. Bueno, llego tarde porque he estado sin ordenador: se me había descacharrado. Ante todo, felicidades a la peque y a los padres. Joé, ¡ya un año! Me acuerdo cuando fui a veros en el hospital. Bueno, desde luego una cosa es cierta: sumergirse en su mundo es una forma de olvidar los problemas de los adultos por un momento y lo más parecido a regresar a la propia infancia.

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  2. Gracias. La verdad es que ha sido un año muy grato y que ha pasado a toda velocidad. Los niños nos dan muchas preocupaciones y exigen de nosotros responsabilidad, pero sobre todo nos regalan su alegría e ilusión. De un modo, nos hacen rejuvenecer.

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  3. Presioso, Alfonso. Disfrutalo, que es un auténtico regalob de Dios. Un beso muy fuerte para los tres.
    Paloma

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  4. Cada mañana me despierto a tú lado, con tu sonrisa y cariño que es mi regalo, y no dejo de dar gracias por tenerte, te quiero.

    Tu hija te adora y no creo que pudiera encortrar en el universo mejor padre que tú.

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