HISTORIAS DE NÁUFRAGOS (SEGUNDA PARTE)

Si alguien que ha leído este blog la semana pasada, y sea un asíduo de la literatura clásica de aventuras (todos los que de niños nos ha gustado leer lo hemos sido) Se asombrará con la afirmación de que el personaje del náufrago inglés Robinson Crusoe está inspirado en un tal Pedro Serrano.  Quizás alguien me corrija diciendo lo que yo y muchos otros conocíamos acerca de que el náufrago que dio pie a que Daniel Dafoe diera vida a su personaje fue un corsario escocés llamado Alexander Selkirk,  abandonado en una isla del archipiélago de Juan fernández, llamada ahora Isla de Robinson Crusoe.

Lo cierto es que lo que afirmo no elimina la idea origial; el genial escritor británico se inspiró en ambas peripecias.  Fue antes de 1719, fecha de terminación de su genial novela, cuando tras su paso por España, en un viaje de negocios, había escuchado la historia del capitán español. Esta historia fue la que dio pie a la novela, y fue complementada con la peripecia de Selkirk.


Dafoe triunfó con la publicación de su novela. Hay quienes afirman como la novela inglesa más popular de todos los tiempos, con más 700 reimpresiones,  también con numerosas versiones cinematográficas y comics. es, para mí, una de las novelas imprescindibles y que desde aquí, recomiendo.


Dejo aquí, como modesta difusión del  personaje real, memorable, tan desconocido como Pedro Serrano, la continuación del maravilloso relato escrito por el inca Garcilaso sobre él. Un relato más breve que el libro de Dafoe, pero que no desmerece, como podrá apreciar el lector que por aquí se deje caer. Eran tiempos de gloria para España, y mucho más para sus letras. Espero que disfruteis de el resto de la historia como yo lo he hecho.

... Al cabo de los tres años, una tarde, sin pensarlo, vio Pedro Serrano un hombre en su isla, que la noche antes se había perdido en los bajíos de ella y se había sustentado en una tabla del navío y, como luego que amaneció viese el humo del fuego de Pedro Serrano, sospechando lo que fue, se había ido a él, ayudado de la tabla y de su buen nadar.

Cuando se vieron ambos, no se puede certificar cuál quedó más asombrado de cuál. Serrano imaginó que era el demonio que venía en figura de hombre para tentarle en alguna desesperación. El huésped entendió que Serrano era el demonio en su propia figura, según lo vio cubierto de cabellos, barbas y pelaje. Cada uno huyó del otro, y Pedro Serrano fue diciendo: “¡Jesús, Jesús, líbrame, Señor, del demonio!”.

Oyendo esto se aseguró el otro, y volviendo a él, le dijo: “No huyáis hermano de mí, que soy cristiano como vos”, y para que se certificase, porque todavía huía, dijo a voces el Credo, lo cual oído por Pedro Serrano, volvió a él, y se abrazaron con grandísima ternura y muchas lágrimas y gemidos, viéndose ambos en una misma desventura, sin esperanza de salir de ella.

Cada uno de ellos brevemente contó al otro su vida pasada. Pedro Serrano, sospechando la necesidad del huésped, le dio de comer y de beber de lo que tenía, con que quedó algún tanto consolado, y hablaron de nuevo en su desventura. Acomodaron su vida como mejor supieron, repartiendo las horas del día y de la noche en sus menesteres de buscar mariscos para comer y ovas y leña y huesos de pescado y cualquiera otra cosa que la mar echase para sustentar el fuego, y sobre todo la perpetua vigilia que sobre él habían de tener, velando por horas, por que no se les apagase.

Así vivieron algunos días, mas no pasaron muchos que no riñeron, y de manera que apartaron rancho, que no faltó sino llegar a las manos (por que se vea cuán grande es la miseria de nuestras pasiones). La causa de la pendencia fue decir el uno al otro que no cuidaba como convenía de lo que era menester; y este enojo y las palabras que con él se dijeron los descompusieron y apartaron. Mas ellos mismos, cayendo en su disparate, se pidieron perdón y se hicieron amigos y volvieron a su compañía, y en ella vivieron otros cuatro años.

En este tiempo vieron pasar algunos navíos y hacían sus ahumadas, mas no les aprovechaba, de que ellos quedaban tan desconsolados que no les faltaba sino morir.

Al cabo de este largo tiempo, acertó a pasar un navío tan cerca de ellos que vio la ahumada y les echó el batel para recogerlos. Pedro Serrano y su compañero, que se había puesto de su mismo pelaje, viendo el batel cerca, por que los marineros que iban por ellos no entendiesen que eran demonios y huyesen de ellos, dieron en decir el Credo y llamar el nombre de Nuestro Redentor a voces, y valióles el aviso, que de otra manera sin duda huyeran los marineros, porque no tenían figura de hombres humanos. Así los llevaron al navío, donde admiraron a cuantos los vieron y oyeron sus trabajos pasados.

El compañero murió en la mar viniendo a España. Pedro Serrano llegó acá y pasó a Alemania, donde el Emperador estaba entonces: llevó su pelaje como lo traía, para que fuese prueba de su naufragio y de lo que en él había pasado. Por todos los pueblos que pasaba a la ida (si quisiera mostrarse) ganara muchos dineros.

Algunos señores y caballeros principales, que gustaron de ver su figura, le dieron ayudas de costa para el camino, y la Majestad Imperial, habiéndolo visto y oído, le hizo merced de cuatro mil pesos de renta, que son cuatro mil y ochocientos ducados en el Perú. Yendo a gozarlos, murió en Panamá, que no llegó a verlos.
Todo este cuento, como se ha dicho, contaba un caballero que se decía Garci Sánchez de Figueroa (a quien yo se lo oí) que conoció a Pedro Serrano. Y certificaba que se lo había oído a él mismo, y que después de haber visto al Emperador se había quitado el cabello y la barba y dejádola poco más corta que hasta la cintura, y para dormir de noche se la entrenzaba, porque no entrenzándola se tendía por toda la cama y le estorbaba el sueño.

Comentarios

  1. Gracias. Es curioso encontrar historias de aventureros españoles, tan poco difundidos. Es un caso parecido al de Teresa cabarrús, muy famosa en Francia y aquí es una desconocida.

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  2. Pues podrías recopilar ese tipo de cosas. Efectivamente, aquí conocemos poco a nuestros exploradores, salvo los conquistadores. Algunos de los nuestros llegaron antes que Cook a lugares remotos del Sur, y casi nadie sabe esas cosas... Por cierto que el personaje escocés que mencionas, se diferencia de Serrano en que es un pirata abandonado; los piratas solían aplicar este castigo consistente en abandonar a alguien en una isla desierta. En inglés existe una palabra específica para ello: "marooned". Por algo será.

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  3. Lo haré. Es mejor cosa que imitar por enésima vez a Raymond Chandler

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