LA PARTIDA

La noche era cerrada y hacía frío. Desde su atalaya, el centinela divisaba el horizonte, delineado de forma difusa. Embozado bajo una tosca capa, pertrechado de una herrumbrosa lanza, contemplaba el lejano punto desde el cual se apreciaba la serpenteante columna humana, la última en partir. Todo ocurrió poco después de la marcha de la reina, que abandonó a su pueblo hacia un cómodo exilio, arropada ahora por damas como ella, de alma oscura pero más atractivas que sus leales súbditos. El amaba a su reina, al igual que todos. El haría lo que fuera por su reina, hasta acatar aquella terrible orden que ella le dio, y cuya imposibilidad de seguir cumpliendo le condujo a su condena. Le costó reconocerlo, hasta que una mañana se despertó y la vio como ella era realmente. Y de forma extraña, lejos de sentirse mal se sintió liberado.

Algunas noches de desánimo había pensado en partir, en dejar su quimérica esperanza de que todo volviera a ser como antes. Pero nada volvería a ser como antes. Ya lo sabía. A veces pensaba en la sinrazón de su permanencia, pero aún le reconfortaba saber que quedaba allí el mejor de los caballeros. Todo cambia, sin embargo, y todo debe discurrir hacia su curso natural. Por eso aceptó finalmente su la marcha, no sin dolor. Todos debemos emprender nuestro propio camino, le dijo, justo antes de la partida.

Aún quedó un poco más, en la fortaleza abandonada, escenario de grandes hechos, ahora meros aconteceres pasados. Fue antes de la caída de la primavera. Y al fin, aceptó como los otros que todo tiene un final, que tras éste solo queda el consuelo de comenzar algo nuevo.

Llevó consigo solo lo necesario para alcanzar su nuevo hogar. Cuando cruzó la enorme puerta, no la cerró, ni siquiera echó la vista hacia atrás. Ya solo se ocupaba en caminar hacia la vieja ermita, que esperaba paciente su llegada.

Comentarios

  1. ¡Muy buena Alfonso! Podría ser, espero que sea, el comienzo de una historia muy buena.

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  2. Gracias, Carlos. Lo había escrito sin otra intención de proseguirlo, pero seguiré tu consejo...

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  3. Pero tómatelo con calma, no tengas prisa (te lo dice alguien que luego no lo cumple, eso es verdad). Cuando empecé a leerlo sentí que tiene cierto misterio y eso te hace seguir leyendo, es un muy buen principio, pero desarrollarlo y mantener el tono es muy difícil, por eso te digo que no tengas prisa, que es muy fácil decaer.

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  4. Tomo nota de un maestro. Este camino hay que emprenderlo con paso firme pero con calma.

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