VENCE CON EL BIEN EL MAL

Llevo pensando hacer esto un tiempo, desde que se iba acercando esta fecha de este noviembre maldito. Y lo voy a hacer por dos razones; primera porque nada ni nadie me impiden hacerlo y segunda porque voy a hacer algo de justicia.

Hoy hace justo un año que nos dejó. La noche anterior me había ido a dormir tranquilamente, pensando que sería un percance del que saldría, como iba sucediendo estos últimos años, y que esa misma tarde estaría molesta pero en cuanto se despertase empezaría a sonreír y a bromear. Otros años la ingresamos y al final salió de esta manera. Pero no. El médico tenía razón. Estaba muy mal, y los esfuerzos por recuperarla no lo consiguieron. Mi hermano Gonzalo y yo no nos creíamos las palabras crudas del médico, cuando nos dijo la tarde anterior las cosas tal y como eran. Por eso esa tarde estaba seguro de que al final saldría adelante, como otras veces. Pero el médico tenía razón. Sucedió a la una de la tarde. Acababa de colgar a Julián y nos llamaron para decirnos que había ocurrido. Y fue cuando la vi por última vez. Descansaba al fin. serena, tranquila.

Ha pasado un año, y lo escribo como si hubiera ocurrido ahora mismo, pues no puedo olvidarlo. Para mí el golpe ha sido duro, y aunque la mezquindad de la sociedad moderna trate de refrenarlo, quiero decir que la echo de menos. Uno no puede decir que echa de menos a su madre sin que haya una cierta mofa. Pero si. No me importa decirlo.

He querido en este espacio personal hacerla un pequeño homenaje. Se trata de algo de lo que yo me siento muy orgulloso, que da fe de su talla humana, de su coraje, y como bien muestra el artículo que muestro, "del bien que hizo". Y creo que lo hago más allá de las lógicos afectos familiares, sino desde una perspectiva muy objetiva. Todos pueden leerlo. Y quienes la criticaron en vida, curiosamente sin haberla conocido, no sabrán de esta historia que voy a contar a continuación. Lástima que no puedan aprender una lección de calidad humana. Pero en su pecado tienen la penitencia de no conocer este ejemplo. Mi desdén para ellas.

Hace poco más de cincuenta y dos años, el veinticinco de enero de 1957, Jacinto Miquelarena, el corresponsal de ABC en Londres, hacía un ruego a sus lectores. Se trataba de que todos enviasen una felicitación por su cumpleaños a una jovencita española, que trabajaba como enfermera en un hospital de la ciudad inglesa de Northampton. Se llamaba Carmen Erro de la Vega, y al día siguiente cumpliría veintiún años, la mayoría de edad por aquellos tiempos. Todos la querían mucho, y por eso la habían pensado hacer un regalo. En aquel momento había con ella veinticinco españolas, pero Carmen llegó la primera; "abrió el camino", sola, sin saber el idioma, en un país que pensaba que los españoles eran morenos y bajitos e iban vestidos de flamencos. Y al fin, un año más tarde, todos se iban a reunir para dedicarla un poco de su tiempo. Para darle las gracias por el bien que las estaba haciendo.

Ese era el texto que Jacinto Miquelarena sugería a los lectores de ABC que pusieran en sus telegramas. Y la gente en España lo leyó, y llegaron los telegramas, entre ellos los de José María Carrascal y de Concha Piquer. A mi, sin embargo, no se me olvida el que una familia de Barcelona, los Cobos, le enviaron. Solo recuerdo una frase que figuraba en el mensaje, que para mí ahora, se ha convertido en un lema, y que titula esta entrada en el blog: "Vence con el bien el mal".

Lástima que a su regreso muy pocos apreciaron su logro. Muy pocos entendieron lo que hizo en un país que aún no permitía que las mujeres tuvieran cuenta corriente y su mayor aspiración fuera ser buenas esposas y abnegadas madres. Incluso algunas que difrutan de los derechos y de la igualdad tampoco lo entienden. La vida es realmente injusta conn quienes más debe serlo. Solo espero que ahora esté recibiendo su justa recompensa.
Ahora imagino la escena en que ella está rodeada por los enfermos, por sus compañeras españolas, inglesas y de muchos otros países que allí trabajaban. La entregan el regalo, una cámara fotográfica, y a continuación un diploma firmado por todos felicitándola por su veintiun cumpleaños. Todos aplauden, le cantan "Happy birthday to you" y ella les da las gracias. Aquel momento, de justo homenaje, ocurrido hace poco más de cincuenta y dos años y que quiero recordar.

Termino, ya, con otra imagen. Es una foto de ella, en esa época:
No borrará nunca la imagen de sus últimos años, pero ahora, que se ha convertido en un ser inmortal, y si puedo elegir una imagen de recuerdo, elijo esta.
Paseaba por una conocida calle de Londres, y era verano. Es una foto particularmente especial para mí, quizá porque es como una portada del relato de aquellos días. Es una imagen que deseo que todos vean. Verla me hace sentirme bien, porque la veo feliz.


Descansa en paz, mamá. Te echo de menos.



Comentarios

  1. ¿Mofa? Pues, si la gente es gilipollas, tanto peor para ellos. Otro pecado que lleva implícita la penitencia: se conocen que son hijos de mala madre, y por eso no la echan de menos.

    Mi más sentido pésame y ánimo, Alfonso.

    D.E.P

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  2. Gracias, Carlos. La verdad es que uno nunca se olvida de estas cosas, solo aprende a sobrellevarlo.

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  3. Alfonso, para ella leer tus palabras desde allá arriba, será sin duda su mayor recompensa. Mucho ánimo amigo y un fuerte abrazo.

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  4. Soy una intrusa por aquí, pero no podía marcharme de el tu blog sin decir algo después de haber leído lo que acabo de leer. Sinceramente, el mundo y la gente que piense lo que quiera, a mí me parece un gesto precioso, tu mamá seguro que está muy orgullosa de ti. Echar de menos es complicado y a ratos hasta jodido, pero yo creo que nunca se van del todo, que mientras la recuerdes te acompañará día a día.
    La foto me parece preciosa.

    Un saludo

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