UN ESCRITOR, UN FUTBOLISTA Y UN GÁNGSTER

¿Qué tienen en común tres personas de tan dispares modos de vida? Muy poco, nada más su infancia, y solamente parte de ésta, concretamente el tiempo en el que los tres coincidieron en el colegio, el mío.

He preferido no revelar sus identidades, para huir de cualquier falsa sospecha de presunción por mi parte, aunque creo que quienes les conozcan no les costará mucho adivinar de quienes se tratan.

El primero es bien conocido por los medios de comunicación, merced a una carrera literaria muy esporádica y alternada con poco celebradas incursiones en el cine como guionista y director. Abanderado de la llamada “generación perdida”, o “X”, relataba el desencanto, la soledad y últimamente el desamor. Tal y como he comentado de él otras veces, esconde su indiscutible talento tratando de vender la vanguardia y ésta no hace sino darle la espalda.

Siempre recuerdo de él su pose de sensatez y de mentalidad prematuramente madura, alimentada con toda seguridad por la influencia de los amigos de sus padres, intelectuales y artistas. Siempre que intervenía clase era para ilustrar al resto con sus comentarios sobre este o aquel tema del que él estaba enterado de primera mano. A la edad en la que yo veía películas de Walt Disney, él tenía el permiso de sus padres para ver dramas de adultos. Por ello siempre llevaba ventaja, aunque no le envidio en absoluto pues la niñez que yo viví seguramente fue mucho más feliz, ingenua y llena de sueños por cumplir en lugar de centrada en la cruda realidad del mundo y sumida por tanto en una prematura melancolía.

Todos le apreciaban. Algo que fue recíproco. Una vez se me ocurrió invitarle a mi casa por mi cumpleaños, cosa que accedió. Yo estaba muy contento por haber ganado para mí un nuevo amigo, tan ocurrente y certero a veces. Poco después se cambió de colegio y ya no volví a saber más de él. Luego reapareció con un seudónimo de tufillo anglosajón, basado en el nombre de su hermano mayor y se convirtió en el intelectual que todos conocen. Hace unos años le volví a ver, transformado ya en el personaje de rockero-poeta, con el pelo teñido y mirando cintas de VHS en la FNAC. No le dije nada. Yo era un fantasma de su pasado, alguien de paso que ni siquiera mereció ser citado en su primera novela.

El segundo era hijo de futbolista. Comenzó desde muy joven a jugar al fútbol en un equipo de segunda B con su hermano, quien no siguió sus pasos y decidió llevar una vida “normal”. Pertenecía a una familia bastante conocida, del mundo del espectáculo. Tras una carrera deportiva en varios equipos de la primera división, pasó a ser entrenador que es la actividad que ahora desempeña, creo, pues no soy muy aficionado al fútbol, en Portugal.

Una vez se me acercó para confirmar el rumor sobre mi pretendida vocación de “astronauta”. Siempre respondía lo mismo, que no, que en realidad se trataba de ser “ingeniero aeronáutico”, aunque al parecer, a mis compañeros eso no les parecía algo como para mofarse.

La última vez que le vi me había cambiado de colegio. Fue durante un partido curiosamente entre alumnos del nuevo y del antiguo. Fue una ocasión para ver de nuevo a las caras que tanto tiempo habían compartido infumables horas de matemáticas y sociales. Algunos se alegraron de verme, otros mostraron esperada indiferencia. Por aquella época aún no jugaba en primera división, pero ya era conocido. Aparte de otro ex compañero que ya jugaba en los juveniles del rayo, estaba él, que apareció tarde, cuando todos estaban listos. Todo el mundo le miró con admiración. Los jugadores de mi nuevo colegio se quedaron algo asombrados. Demasiada desventaja, quizá. Eso debió ser lo que todos pensaban, incluido el. Simplemente tocó el balón, hizo un par de toques, pero no jugó. Debió ser un alivio para mis nuevos compañeros. Lo que no recuerdo es si perdieron o no y es que a mí el fútbol me da lo mismo.


El último desapareció de nuestras vidas casi al mismo tiempo que el primero. Aunque no era violento, nunca le vi pelearse con nadie, insuflaba un aura de un tipo peligroso. Su hermano, que le seguía los pasos muy de cerca aunque acabó mucho peor, le rompió los dientes a otro en una pelea callejera y por eso su padre, dentista, le tuvo que arreglar la boca gratis. A mí me dejó un recuerdo imborrable, que todos pueden ver si me miran a la frente. Fue al empujarme por la espalda contra las escaleras de entrada del colegio. Salí un hora más tarde de la casa de socorro con tres puntos de sutura y la sospecha no confirmada de que lo había hecho él.

Solo recuerdo una conversación con el último personaje de mi historia, en la que defendió a los jetas y barriobajeros que yo despreciaba en ese momento. Son gente simpática, me decía, pero eso a mí no me convencía. Yo expuse mi punto de vista y él el suyo.

Años más tarde le vi a las puertas de un nuevo gimnasio que abrieron en el barrio. Siempre que me cruzaba con él me saludaba, sin ningún intercambio de palabras, solamente un breve movimiento de cabeza. Hasta que ya no le vi más. El gimnasio cerró y supe que encontraron a su socio muerto en su apartamento. Escuché rumores de que ambos se dedicaban al tráfico de drogas. Algo que su hermano, el que me marcó la frente, debía aprovechar maliciosamente, pues le vi un par de veces por el barrio picándose heroína, con total impunidad a plena luz del día, con el descaro que les caracterizaba. Terrible relación, entre un hermano vendedor de drogas y otro que las consume.

De vez en cuando solía verle por el barrio a bordo de un coche de lujo. Siempre me llamó la atención que nunca conducía el mismo coche. Luego un tiempo desaparecido hasta que supe por la radio que estaba en busca y captura. Hasta que, casi cuatro años más tarde, regresó de su refugio en Sudamérica y fue detenido en las afueras de Madrid. su foto salió en la televisión y en los periódicos, con el titular de la detención del jefe de una peligrosa banda de criminales.

Todo esto me ha venido a la mente a raíz de esta última noticia. Tres vidas tan distintas, con un breve pasado común de la que yo fui testigo. Común también el nivel económico de sus familias.

Comentarios

  1. Hola:

    un interesante artículo. Podría estar en el suplemento dominical de un periódico, como las columnas que escribe ese autor al que te refieres . Por cierto, de paso te comunico que voy a soltar todos los meses un capítulo de una locura que he escrito en mi, hasta ahora, abandonado blog. Quizá lo recobre, después de todo.

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  2. Me alegro que retomes tu actividad literaria bloguera. Es, como decía un profesor de periodismo, una oportunidad para publicar y ser al mismo tiempo el director editorial, con toda la libertad que ello supone.

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  3. Es muy sencillo y concreto describes en pocas líneas claramente. Me gusta

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  4. El escritor es fácilmente reconocible, y me da pereza. No conozco sus textos pero sí sus poses y sus alabanzas, así que calculo que pronto entrará a ser un ilustre miembro de lo que yo llamo 'enfants terribles de geriátrico' (con perdón por la referencia a la edad, la misma que la suya, obviamente, pero ya sabe a lo que me refiero, supongo).
    Sobre los otros dos, espero que si coincidimos algún día me dé algún detalle más.

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  5. ...y es una pena, pues sé que es un tipo que tiene talento. Respecto a los demás, si vive en España, no le costará mucho adivinar quienes son. Tampoco importa demasiado, todo esto se trataba de una reflexión acerca hacia dónde se dirigen tres vidas partiendo del mismo punto.

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