MADRID EN AGOSTO


Madrid se ilumina por el sol de Agosto, cuya luz la muestra como una ciudad más habitable, asomando un poco su alma hospitalaria y que ha sido ensombrecida por la deshumanización y la prisa, tributo pagado por la modernidad. En Agosto, aunque cada vez se note menos, La mayoría de los madrileños huyen hacia lugares donde puedan soportar el calor, o también regresan a su lugar de origen para oxigenar sus mentes y prepararse para la tragicomedia del resto del año, eso que llamamos vida cotidiana o "bienestar".
Yo también regreso a mi lugar de origen, y lo hago gracias a éste exilio momentáneo de muchos de mis conciudadanos. Los que se marchan lo hacen en su mayoría a bordo de sus coches, bestias de metal, ruidosas, causantes del mal humor y a veces de la desgracia. Se marchan y las calzadas se despejan y parece como si el ritmo frenético de la ciudad se ralentizase y se adaptara al hombre de a pie. Los claxon dejan de vocear el himno del progreso y ya sólo se escucha un ruido más testimonial. La ciudad toma un poco de aire y también reposa, durmiendo la siesta bajo el sol de la tarde que cae a plomo implacable. Duerme Madrid, al amparo de la santa siesta. Reposa y se da un respiro y cura sus heridas con nuevo y espeso asfalto. La ciudad toma aire en espera del siguiente asalto, que llegará finalmente, con el primer día de septiembre.

Agosto termina. Le queda un último día. La ciudad engranará de nuevo sus mecanismos a funcionar sin parar. Lo hará implacable hasta que llegue un nuevo agosto. Y mientras tanto, sobrevivir.

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