CONVERSAR CON ESCRITORES

Ya se ha inaugurado la feria del libro de Madrid, y como sigo haciendo desde hace casi treinta años, acudo fielmente a su cita. Desde entonces he visto cómo cambiaba su ubicación, desde el camino peatonal a un lado del paseo de coches, justo al lado de la antigua casa de fueras, hasta su lugar actual, en el mismo paseo, ya cortado a la circulación rodada. También he visto cómo evolucionaba, ramificándose hacia el camino hacia el estanque, y ahora, cómo está desde hace unos años, desde el mismo inicio del paseo. Hasta hubo un año en que la trasladaron a IFEMA en la casa de campo, aunque no se repitió, pues fue un fracaso. El mejor escenario de la feria es el parque. No importa cómo la organicen, pero su lugar es el Retiro. No importa que llueva, pues pasa como con los toros, va con la feria. A la feria voy y también iré.

La ferias es, aparte del atractivo que tiene para mi un evento como éste relacionado con los libros, un lugar de encuentro con los autores. Algunos son escritores ocasionales, otros de renombre, pero atraen sin duda. la gente los mira, los señala y algunos les hace fotos. LA feria del libro se convierte en esta ocasión en un escaparate de la fama. Otros se atreven a esperar largas colas y que les dediquen un libro, la mayoría de las veces recién comprado.

Conseguir la firma de un autor nunca fue algo que me interesara especialmente. Recuerdo que hará unos veinticuatro años que lo hice para no repetirlo hasta ahora. fue Torrente Ballester, y le pedí que me lo dedicase a mi madre. Al final, tras preguntarme mi nombre, el escritor rubricó "Para Carmen, de parte de Alfonso y de la mía".

Fue un bonito recuerdo, aunque no es algo que me atraiga especialmente. Salvo aquella ocasión, paseé por las casetas de la feria únicamente interesado en los libros que me apetecái comprar, ojear otros y nada más. la presencia de firmantes era algo para mí secundario. Hasta ahora.

Hace un año lo hice con Dragó, y éste con Lorenzo Silva. Tengo sus libros firmados, en una letra casi ininteligible que parece que es un sello distintivo de los que esciben. Ahí estan, en un lugra privilegiado de mi biblioteca. Ejemplares nuevos, recién comprados, que son para mí, en realidad, un precio que he pagado por un breve instante de conversación con escritores .

Ese es mi propósito real. El año pasado me lancé, y tras darle las gracias y sin nadie tras de mí, aproveché para charlar con Dragó un par de minutos. Respondió amablemente, hablamos de sus viajes y de algunos de sus proyectos, bien, como si tal cosa, como un par de amigos, hasta que llegaron un par de maris a preguntarle por José Tomás. Me fui al final, satisfecho y con el recuerdo del momento en forma de libro. Un lujo.

Este año me pasó de casualidad. No lo había planeado, y es así como al final salen mejor las cosas. la clave es aprovechar las oportunidades, y eso fue lo que hice, por segunda vez. Acababa de leer una novela de Lorenzo Silva, una novela enigmática, que a todos recomiendo, pues encierra tras la historia de ficción la esencia de otras con las que yo me identifiqué. Magnífica obra. Durante su lectura de sus últimas páginas, hasta ya el final, me surgió la idea de poder hablar con el autor de su obra, de hacerle preguntas sobre ella o simplemente felicitarle. Mi idea inicial era hacerlo a través de la red. Pero surgió la ocasión y la aproveché.

Compré el libro y procedí con el ritual. le dije mi nombre, y antes de que escribiera una sola línea, me atreví a hablar. fui lanzado y por eso él cambió la dedicatoria, sin duda. Le felicité por su libro. Le dije que en muchas de las vivencias del protagonista me veía retratado, y así durante un escaso minuto y medio, a costa de la impaciencia del otro lector de la cola, me lancé a hablar de otra de sus novelas que leí y contarle mis impresiones. Al final, el escritor se destapó un poco de su pátina de firmador y me contó una anécdota, un hecho que un amigo cuenta a otro. Un éxito.

Volví a casa con mi trofeo-recuerdo con la intención de repetir la hazaña. Miraré el calendario de firmas de lo que queda de la feria. Me he convertido en un cazador de escritores.

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