AGATHA Y LOS CIEN NEGRITOS

Sigo. Estoy embalado, así que voy. Otra entrada/reflexión sobre un asunto curioso que me llamó la atención al leer una novela.

Ahí va:



Cien negritos son los hijos de Hammett y de Chandler, de Patricia Highsmith y de tantos que forman parte de la llamada novela negra. Es un género que lejos de estar en desuso toma cada vez más fuerza. Puede que la novela negra haya viajado de las calles de Manhattan a las tranquilas villas de Suecia, o que reviva en las calles de la habana o en un local de mala muerte de Guadalajara. Muchos han nacido tras sus páginas. Algunos de ellos miran a un lado y ven otro género, algo parecido, pero diametralmente opuesto. Hablo de Agatha Christie, de Conan Doyle y de otros muchos autores de novelas llamadas policíacas o de misterio.

Los detectives de fin del diecinueve y principios del veinte como Holmes, el padre Brown, Miss Marple o el estirado Poirot son hijos de la pluma de estos autores, con propósitos distintos a los primeros. Si bien el hilo conductor de las historias es el crimen, en estas novelas no hay crítica social,  sino que persiguen simplemente la búsqueda de la verdad. Algo muy noble, dicho sea de paso.

Hace poco leí en una novela una comparación en Agatha Christie en el mundo de la novela negra, ridiculizándolo si cabe un poco . Craso error a mi juicio. No hay porqué confundir a Agatha Christie con la novela negra. Es como mezclar las churras con las merinas. Unas novelas hablan de injusticia social, de marginación y de la inmunda condición humana. Otras, más ingenuas, retratan un mundo ideal, regido por la justicia y la verdad.

Quizá el mundo de las novela negra retrata lo que somos, mientras que el de las obras de Agatha Christie describe lo que deberíamos ser. Quizá por eso ha sido y es una de las autoras más leidas en todo el mundo. La verdad, al fin, se abre camino en la ficción, al menos.

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