KAFKA Y LOS PODENCOS

Hace bastante tiempo que no posteo o lo que está mejor dicho en la lengua de Cervantes publicar una nueva entrada en este blog. La verdad es que las nuevas tecnologías nos han brindado nuevas formas de comunicación que posibilitan que cualquiera, si tiene talento o simplemente la intención, pueda expresarse y dejar sus escritos, así que aquí estoy de nuevo. Así me animé con este diario tecnológico o lo que sea esto, y tengo la satisfacción de comprobar que tuvo resultados. No en la cantidad, sino en la calidad de sus lectores. Me di cuenta gratamente que quienes dejaron seña de haberme leído era gente que me importaba. Ayer, por cierto, uno de ellos habló a terceros sobre este blog. Otros me han leído pero aún no sé si les ha gustado. Simplemente les digo a todos ellos que espero que así sea.
Uno de ellos, mi buen amigo Carlos, me habla a través de la red de los podencos. Un podenco Cervantino, más bien, que sufre el ataque de un chiflado que suele arrojar piedras a cualquier perro hasta que el dueño del susodicho can le socorre y da una soberana paliza al chiflado. A partir de ahí el loco nunca más querrá seguir con su extraña manía, no querrá molestar más a otros canes, justificándose a sí mismo con que todos son podencos. El loco volverá a pasear por las callejuelas de la ciudad, pero olvidará las piedras. No habrá más losas de mármol, ni piedras pulidas.
Esto me hace evocar, mucho tiempo atrás, la historia de un niño de no más de once años, que poco agraciado con el don de la simpatía de sus semejantes, logró trabar mejor amistad con criaturas más nobles, hechas de negro sobre blanco. Un buen dia, surgió una historia, nunca ocurrida en el mundo, pero vivida en su febril mente. Tomó un cuaderno y un bolígrafo y fue escribiendo. día a dia la historia iba tomando forma, nacieron personajes, escenarios y situaciones, y el muchacho se sintió bien. Todo siguió así, hasta que un buen día, inexplicablemente, dejó de hacerlo. Pasaron varios años y, ya olvidado la búsqueda de podencos que golpear, el niño ya convertido en hombre encontró una nueva piedra. Paseaba por la playa de San Javier, sin otra compañía que la que nuevas personas imaginadas surgían de su mente. Aquellas vivencias ficticias le proporcionaron una paz interior aumentada por el hermoso lugar donde se encontraba. Sin embargo aquellas historias nunca brotaron, nunca quiso arrojar aquella piedra, en parte porque tampoco era esa su intención.
Pasaron casi veinte años desde aquel suceso olvidado y el hombre ya, cruzando una nueva etapa personal, en la que inevitablemente se hacía preguntas sobre su vida. Sintió la visión de una cantera. Ya no eran una, sino muchas las piedras que arrojar. vio algunos perros al lo lejos, pero su intención más bien era otra. No sentía miedo alguno con toparse con algún podenco sin embargo, pues aunque estaba seguro de ser vapuleado su deseo era arrojar una y otra vez. Al principio seguramente regrasaría a casa con los huesos entumecidos de los golpes, pero poco a poco, a medida que fuese aprendiendo, llegaría certero a abrir el duro cráneo de los canes y así insuflarles, compartir con ellos, lo que sintió, una noche de verano en la costa de San Javier.
Y si, por culpa de la vida que llevaba o por falta de ánimo, no lograse nunca aquel propósito, se preparó para ver la certera verdad de que no era estrictamente necesario. Kafka tampoco temía a los amos de podencos. Simplemente porque no les necesitaba.

Comentarios

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  2. Perdone que haya suprimido el anterior comentario, pero se me había ido una tecla y había escrito un "efecticamente". Ahí va el comentario corregido:

    Hacía mucho tiempo, efectivamente, que no nos deleitaba usted con otra de sus reflexiones. A fe que esta es la más enigmática y, a la vez, la más reveladora. Pues le diré algo: quien tiene una cantera tiene un tesoro...

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  3. Pues te hableré, a colación, de alguien que me golpeó, hasta hacerme ver solo podencos. Fue mi profesora de lengua, en 1983. Pasé de ser un alumno "especialmente dotado para las letras" a ser un "planchador de historias". Lo que cambia la opinión de uno a otro profesor.

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  4. Aunque no venga a colación del texto, me gusta el color de fondo y el nuevo diseño.

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