EL SIGNIFICADO DE LA FELICIDAD

Es domingo por la mañana y tras haberme despertado a las siete de la mañana vuelvo a la cama. Me duermo de nuevo y me despierto tres horas mas tarde. Piluka ha puesto la radio sin los cascos. Lo ha hecho porque sabe que me gusta escuchar a Dragó. Como siempre, provocativo y desafiante, dice lo que piensa sin pudor alguno, entre otras cosas porque, como él mismo asegura, a su edad puede arriesgarse a hacerlo. Por ello es ridiculizado, es duramente criticado, incluso por la conductora del programa que estoy escuchando por la radio. No sé si eso obedece a una táctica para alimentar su imagen de enfant terrible, y ella representa el papel del contrapunto de lo políticamente correcto a propósito con el objeto de aumentar la audiencia, pues en estos tiempos que corren lo importante es eso y no hay nada mejor para ello que la polémica. En tiempos de los romanos el espectáculo era ver cómo se despedazaban dos personas o cómo una fiera hacía lo propio con un condenado. Ahora la arena está en los platós de televisión o en los estudios de la radio, donde el acero del insulto o la acusación trata de sangrar en las heridas del otro quien más que bien, se defiende. Aunque claro está, en mi opinión, no es más que espectáculo bien ensayado.


Y bien, espectáculo o no, la verdad es que Dragó sabe cómo hacerlo. Cuando lanza esas cuestiones a debatir, siempre logra ese objetivo. Hay veces que simplemente parece nadar contra corriente porque sí, otras porque ataca verdaderamente a lo correcto y adecuado, produciendo escozor y tambaleando nuestra burguesa comodidad. Pero claro está, es la labor de un intelectual. A pesar de ello no siempre defiendo su opinión, simplemente le admiro por eso, por ser alguien que se atreve a defender lo que piensa. Quizá también le admiro porque es un defensor de los libros, ama a los libros tanto como yo.


Y a santo de todo esto, vuelvo al domingo por la mañana y al momento en que me acabo de despertar de mi segundo sueño. Y en ese momento salta por las ondas Dragó, a la llamada de su jefa radiofónica. La cuestión de ese día es sobre la felicidad. Acaban de hablar con un jubilado al que, tras ciertas preguntas terminan diciéndole si es feliz. El hombre, sin dudarlo un instante, contesta que sí, a lo que el bueno de Dragó, algo escéptico se pregunta sobre cual es lo que entendemos por felicidad. El tiene su idea propia, fruto de sus creencias orientales, pero la verdad es que seguro que nadie tiene la misma idea de lo que significa ser feliz. ¿Tener dinero para vivir sin trabajar? ¿Encontrar a la mujer de tus sueños? ¿Tener muchos amigos y en general ser querido por tus semejantes? Hay una felicidad más efímera y que de vez en cuando surge, de ahí lo de “el día más feliz de mi vida” o “Esto me ha hecho muy feliz”; pero la felicidad plena, aquella a la que uno alude cuando se pregunta por si es feliz, va más allá, y más que una sensación global parte de una actitud personal, de una forma de afrontar la vida. Mi madre tenía un lema, que estaba escrito en un platito pintado, que había colocado cerca de donde se sentaba a comer. Decía así “La vida se vuelve una fiesta cuando sabes disfrutar de las cosas sencillas”. Ese, en realidad, no es la meta sino el punto de partida, uno no puede ser feliz si no sabe valorar lo que tiene, incluso si por fortuna y algún día logra sus deseos personales lo que en su fuero interno le agradaría más hacer, lo que más anhela.

La felicidad es, por ello y en mi discreta opinión, lograr tus sueños.

Comentarios

  1. No sé qué es la felicidad ni si existe más allá de lo puramente conceptual; pero lo que sí sé, es que perseguir la felicidad produce mucha infelicidad. Especialmente, si uno se pierde los momentos felices (esto, que es algo concreto, sí existe con seguridad) por mirar demasiado hacia adelante.

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  2. Cierto. Si la felicidad fuera la perfección del estado humano y lo perfecto es quizá, inalcanzable, es cierto que su búsqueda supone el sufrimiento. Pero ello no quita que uno sueñe con ese estado ideal que a pesar de ser imposible, es algo a lo que se puede tender.

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  3. Sí, es perfectamente lícito buscar la felicidad. Sóllo puntualizo que, si cifras tu felicidad en la consecución de un objetivo, te frustrarás siempre. Porque, cuando se logra, casi nunca nos llega a satisfacer y, si no se cumple, se experimenta como un fracaso. Pero si uno lo mira como una dircción en la que caminar, nada le impide disfrutar de lo que hace y de lo que tiene, y a menudo descubre que el camino es la verdadera felicidd.
    ¡Qué cursi!, pero creo que es verdad.

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