EL EXPERIMENTO DEL NÁUFRAGO

Hace años, cuando estudiaba primero de BUP, nuestra profesora de literatura nos habló sobre la soledad. Y para mostrarnos lo letal que es, nos explicó un ejercicio que propuso en clase a otros alumnos: Se trataba de relatar lo que experimentaría cada uno de ellos si viviesen completamente solos, en un lugar desierto, posiblemente una isla deshabitada. Y ella nos dijo que todos sus alumnos llegaban a la misma solución final a su hipotético desamparo acabando con sus vidas.

Hay una película de no hace muchos años que trata del mismo caso: un orondo comercial es el único superviviente de un accidente de aviación ocurrido en el océano pacífico. Tras hacerse a la idea de su situación, y con la vana esperanza de que los modernos sistemas de vigilancia lograsen localizar el avión siniestrado, intenta sobrevivir como puede. Busca comida en la isla, hasta trata de pescar con desastrosos resultados. Se refugia en una gruta y espera, pero el tiempo pasa. Va mejorando su refugio con elementos que ha recogido del naufragio y también con los que ha aprendido a construir; ya logra pescar un poco mejor. Wilson, una pelota de fútbol a la que ha pintado una cara, es su única compañía, a la que le habla e incluso grita. Mientras, va realizando su cuenta personal de los días marcando en una pared, lo mismo que un prisionero en su celda. Cuando la cuenta ya marca que han transcurrido cuatro años el náufrago, delgado hasta los huesos, de piel tostada por el sol se ha hecho el dueño de la isla. Caza y pesca con suma habilidad, va y viene a su antojo, pero lo hace con desgana. Es lo mismo de ayer y de antes de ayer, y será lo mismo de mañana. Sin embargo ese día es distinto. Por la tarde se ha encaramado a lo más alto de la isla, donde hay un árbol semiabatido cuya copa pende del vacío. En esa parte es donde ha colgado una cuerda y de ella un muñeco de madera. Su intención es probar la soga para que funcione bien, para que en lugar del muñeco sea él quien penda del vacío. Esa será la solución que ha tomado frente a la soledad.

La soledad. Es un indigno castigo, algo explicable en la historia del náufrago pero absurdo en un lugar de millones de habitantes. Sin embargo es así. Mucha gente se siente sola. Viven encerrados en sus casas o simplemente se cruzan con otras personas y coexisten. Se cruzan con la gente pero no conocen a nadie. Su teléfono nunca suena. En la bandeja de entrada de sus emails nunca hay remitentes de amigos. No hay cartas en el buzón.

Una vez imaginé una historia en un lugar y en un tiempo indeterminado. Al protagonista, un idealista rebelde condenado injustamente por un gobierno totalitario, se le impone una extraña pero cruel condena, ya que la muerte para él supondría convertirse en un ser mítico y el destierro sería impensable. Deberá vivir en su casa, y ser libre de ir donde le plazca, pero nadie se relacionará con él so pena de muerte. Verá cómo todos hablan entre ellos, van y vienen con sus alegrías y también con sus penas, celebran reuniones y fiestas. Todos menos él. La intención del malvado tribunal es que sufra lo indecible pero sin mancharse las manos, quizá también en espera de que el mismo condenado acabe con su vida.

Esa historia, aunque un poco exagerada, refleja la situación que viven los “naufragos urbanos”, quizá mucho peor que los náufragos reales, pues no solo sienten la incomunicación sino que ven a sus semejantes ir y venir pero nada más. Y luego llega el peor momento del año. El festejo de los seres queridos, de los conocidos, familiares o amigos, que se reúnen de nuevo. Todos menos para los náufragos. Esas fiestas son como una bofetada en la cara, como un recordatorio más de su triste y solitaria existencia.

Muchos nos hemos sentido así alguna vez. Fui náufrago en mi isla de soledad. Viví mi experimento del náufrago en primera persona. Menos mal que a mí me rescataron hace tiempo.

Comentarios

  1. Interesante reflexión. Me estaba imaginando que había algo peronal en ella. De todos modos, te diré que esto le pasa más o menos a todo el mundo -o casi-, se llama "adolescencia".

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  2. Si, es algo por desgracia muy personal, aunque si tu diagnóstico es este, entonces mi adolescencia duró demasiado

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  3. Bueno, es que un diagnóstico hecho con tan pocos datos no puede ser muy certero. Sólo lo decía porque últimamente te veo muy desanimado y melancólico. Quería suponer que te referías a un periodo más atrás en el tiempo y que no tuviese un origen en algo concreto, sino que fuese fruto del estallido hormonal propio de la adolescencia. Porque en esa época, todo el mundo se siente solo y desamparado.En fin, espero que tu experiencia como Robinson haya terminado felizmente, como pareces dar a entender.

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