TARDES DE DOMINGO

Bien, esto marcha. Parece que no he perdido las ganas de escribir y escribir entradas en este Blog. Lo de que alguien lo lea ya es otra cosa, pero como conté hace tiempo, no es algo que me preocupe. Mis amigos y otros conocidos camuflados como tales no disponen de tiempo necesario para charlar y mucho menos para leer unas cuantas líneas, eso es algo con lo que ya contaba cuando empecé esta andadura en la red. Pero no quiero insistir en lo que ya puse hace ya casi un mes, que esto se parece más a un diario que a un Blog propiamente dicho. Bueno. 

Pues como un buen diario que es, voy a contar algo sobre hoy, domingo.  En este segundo día de fin de semana con el que contamos para desconectar del mundanal ruido del trabajo diario, de los empujones y calores en el metro, de aguantar al gilipoyas del jefe y a los mamones de sus pelotas acólitos, muchos se sienten algo tristes, melancólicos, poco dispuestos a enfrentarse a todo aquello que he mencionado, yo soy muy feliz. Me encanta este momento de la semana, sobre todo en esta época del año en la que estamos en casa recogidos al abrigo del frío y del agua.  Es el momento del sosiego y del descanso. Realmente muy pocos se han dado cuenta de eso, pero si somos capaces de olvidarnos del futuro cercano del lunes,  la tarde del domingo es un momento sublime.  Yo era uno de tantos, que se sentía desvalido y a veces hundido por la pérdida cercana de la libertad del fin de semana. Recuerdo incluso cuando era pequeño y esos pensamientos invadían mi cabeza mientras por la televisión se escuchaban el sonido de la retransmisión del un partido de fútbol (¿Será por eso que tanto odio ese deporte?). Luego llegó la universidad y lo mismo, deprimido por que se acabó el descanso merecido tras cinco días de duro trabajo (Estudié una ingeniería, yo no tenía ni fiestas ni siquiera me apunté a la tuna).  Hasta que al fin, halle la luz.  Fue así, como lo acabo de contar.  Es tan fácil como eso, olvidarse del día siguiente, vivir el presente y a continuación, reservar para ese tiempo una actividad con la que disfrutes realmente.  Yo logré, en una etapa no muy lejana en la que el matrimonio y la paternidad aún no había acabado con mis amistades,  relacionarme y pasar la tarde con ellos y echarme unas risas, hablar de  cosas sin sentido, simplemente para pasarlo bien.  Ahora que ese tiempo ha pasado no he querido claudicar y me reservo estas horas para pintar, trastear con el Photoshop y, porqué no, escribir. 

Lo digo sin ninguna reserva. Quisiera que todo mi tiempo se convirtiera en una enorma tarde de domingo.

Comentarios

  1. Bueno, desde luego tu escrito sobre las tardes de domingo destila melancolía por todos los poros. Pero no creas que estás solo, pues estoy seguro de que estos mismos sentimientos los comparte mucha gente. Seguramente, mucha más de la que crees. Te puedo decir que comparto totalmente lo que comentas de las tardes de domingo de la infancia, con aquellas retransmisines odiosas de los partidos de fútbol, que convertían las tardes del domingo en algo particularmente melancólico. Todas con la misma cantinela, el mismo estilo, las mismas frases pronunciadas con la misma música. Encuanto a lo de salir en días laborables, efectivamente produce no sé qué morboso placer de actividad secreta. Por no decir, que los sitios están vacíos de gente -especialmente, de españoles. Que Dios me perdone, pero somos una plaga. Allí donde vamos, no hay tranquilidad ni sosiego ni se puede estar. ¿Por qué coño nos gusta tanto el ruido? ¿Cuándo vamos a dejar de sentir la necesidad de demostrar a todos que somos los más cachondos de Europa?-. Los tipos como nosotros tendemos a refugiarnos y a escapar; somos pequeños lobos esteparios, que vivimos pegados a la sociedad, pero no dentro de ella. Pero te aseguro que cada día estoy más harto de esta mediocridad en que vivimos, tiene que haber algún lugar...

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  2. El ruido, si. Es una seña de identidad nacional. De hecho, Piluka y yo nos avergonzamos del comportamiento de nuestros compatriotas en el extranjero, Los españoles tienen siempre que dar la nota. La santa siesta y la sagrada juerga y cachondeo nocturno. Y si, yo también me siento desubicado. Menos mal que he encontrado este refugio en la red, aunque si pudiera, me buscaba uno muy bueno, a 200 km. al norte de Madrid.

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  3. Sí, tu casa es maja. LO más parecido a una casita en el campo, en la ciudad. Con su buhardilla... Bueno, no seamos tan pesimistas, que a veces nos dejamos llevar por el desánimo.

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